miércoles, 8 de diciembre de 2010

Sabio quien sabe reírse de sí…


A partir de 1930, la narración argentina adquiere un rumbo fantástico en respuesta a la crisis de 1929[1]. El derrumbe económico social incide en una instancia literaria a partir de la cual se inaugura un género que permite al escritor y al lector vislumbrar la realidad a través de la opacidad de lo cotidiano y a su vez intensificar una mirada crítica con respecto a la sociedad. Dicha opacidad y mirada crítica se manifestaron a través de un mecanismo particular: la utilización del humor negro.

El humor negro se caracteriza por transformar en gracioso lo que, por norma, es serio. Es una técnica de distanciamiento hacia aquello que nos daña. Sus armas son la sátira, la ironía, la paradoja, por lo cual resulta especialmente eficaz para denunciar atrocidades a las que, por diversas circunstancias, no se les presta atención. De ahí el interés por el mismo.

Este tipo de humor viene definido por el objeto de su aplicación, esto es, cuando recae sobre temas como la muerte, la violencia, la crueldad, el salvajismo, lo obsceno, los asesinatos, las violaciones, la explotación, la pobreza, el racismo, la religión, etc. Y por el tono de su enunciado. Puede darse el caso de que el tema tratado sea más o menos banal, pero el comentario esté cargado de violencia, de fuerza desmesurada.

Su forma suele ser políticamente incorrecta, corrosiva, burlona[2]. Provocar la risa centrándose en algo atroz deja al descubierto aquellas características del ser humano que nos horroriza admitir, como la crueldad, la indiferencia, el sadismo. Así que, por lo general, después de la risa se producirá, necesariamente, una reflexión. El humor negro se relaciona con lo absurdo, el disparate, la sorpresa o lo inesperado, pero lo más importante es que obliga a ver otro punto de vista.

Este mundo inestable de la década del 30 generaba una mirada incrédula en los grupos artísticos como por ejemplo los escritores Bioy Casares, Silvina Ocampo, José Bianco[3] y Jorge Luis Borges; quienes colaboraban con la ya mencionada Revista Sur.

Dichos escritores, reflejaban en sus textos el resquebrajamiento de la sociedad en que se gestan. Espacios suntuosos, decadentes, habituados por personajes cuyas peripecias exceden las costumbres de la clase que denotan; diseñan un universo cerrado que se distancia de su referente sin dejar de convocarlo.

Este tipo de narrativa apunta a desbaratar cualquier intento de certeza o estabilidad en las relaciones referenciales, mientras que la actitud de los personajes es conjetural y ambigua. Una de las marcas más reconocibles del género es la inseguridad que provoca la lectura de los relatos fantásticos cuando lo que postulan es confrontado con los paradigmas de la razón.



[1] Los efectos de la crisis mundial influyeron en la Argentina tanto en la política como en la economía, la cual tuvo que afrontar ciertos problemas como la caída de los precios de sus exportaciones, el fin de los créditos, el agotamiento de los diversos pagos disponibles para pagar las importaciones comprometidas y la reducción de los ingresos del estado que dependían de los impuestos de comercio internacional. En este período gobernaba el país Hipólito Yrigoyen.

[2]Sanfeliu, Miguel. El humor negro en www.ciertadistancia.blogspot.com (06-08-2010)

[3] Escritor y traductor argentino nacido en Buenos Aires en 1908. Fue colaborador, luego secretario y finalmente jefe de redacción de la revista Sur entre 1938 y 1961, años en que esta publicación alcanzó su mayor repercusión internacional. En 1941 aparece Sombras suele vestir (que fue incluido en la Antología de la literatura fantástica, de Jorge Luís Borges, Silvina Ocampo y Adolfo Bioy Casares). Ficción y Realidad, recopilación de ensayos aparecidos en Sur y otras publicaciones, aparece en 1977. Falleció en Buenos Aires en 1986.